De todos los
vicios, hay uno que no debemos tener: la paciencia. Estoy pensando en uno de
los representantes más ejemplares de este rasgo de carácter, el Job del antiguo
testamento. En medio de toda su miseria, no se le ocurre la idea de tomar una posición,
al contrario, agacha la cabeza o, como dice la biblia: «En todo esto no pecó
Job ni tachó de injusto a Dios». La mujer de Job que evidentemente es, de los
dos, la que tiene un carácter más fuerte, le aconseja: «!Maldice a Dios y muérete¡»
Pero él le responde: «Cómo podría yo
maldecir a Dios» Estoy convencido de que no le agradaría a Dios que yo lo
maldijera»
¿Y si eso no le
gustaba? ¿Y si lo encontraba censurable? ¿Qué tendría de realmente terrible si
Dios se hubiese disgustado porque Job lo maldijera?
Por otra parte,
Dios pone muy pronto las cosas en su lugar y da a entender a Job que no le
resultaría nada agradable saber que se le criticaba. Entonces, el Eterno
respondió a Job desde el corazón de la tempestad y dijo:
¿No he creado el
Leviatán?
¿Quién penetrará
con el garfio sus mandíbulas?
¿Quién abrirá las
puertas de sus fauces?
Alrededor de sus
dientes habita el terror.
¿No he creado el
Leviatán, que es la más abominable de las criaturas? ¿No puede el Leviatán
morder, degollar, descuartizar, mutilar, aniquilar? ¿Cómo vienes tú a dudar de
mi autoridad, cuando yo soy el señor de todas las abominaciones?
Entonces
respondió Job al Eterno y dijo:
«Tienes razón.
Reconozco que eres el tipo más innoble, más asqueroso, más brutal, más
perverso, más sádico y más repugnante del mundo. Reconozco que eres un déspota
y un tirano y un poderoso que todo lo aplasta y mata. Ésta es una razón
suficiente para que yo te reconozca y te honre y te alabe como el único Dios
que concede la bienaventuranza. Tú eres el puerco más grande del universo. Mi
respuesta a esta situación de hecho es que me someto voluntariamente a ti que
estás lleno de sentido para mí y trato de amarte. Tú inventaste la Gestapo, el
campo de concentración y la tortura: reconozco por lo tanto que eres el más
grande y el más fuerte. Alabado sea el nombre del Señor»
Fritz Zorn
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